martes, 18 de diciembre de 2012

Mi primer libro

De mi infancia no guardo muchos registros (denota algunos traumas, jajaj y la elección de ser un profesor de lengua no viene de los traumas de esa infancia, No, esos eran traumas que valían la pena!, jajaj ni idea por qué elegí serlo, jaj)  de ellos,  justamente me viene el  recuerdo del día que tuve mi primer libro, uno propio que se constituyera en mi pertenencia. Lo recuerdo como si fuera hoy, diría Borges,  lo que no estoy seguro es de la edad que tenía pero no pasaban de mis diez años, en esos años se estilaba en la ciudad hacer  cada tanto festivales organizados por el municipio o instituciones, las de siempre la iglesia, clubes, etc  pero este festival lo llevó adelante la municipalidad, me acuerdo la fecha a conmemorar era el día del niño. Allí se sorteaban juguetes, se competía en  juegos de ajedrez, carrera de embolsados,  y cosas así,  con todos los niños asistentes. El hecho fue que durante toda la tarde jugué, reí, estaba feliz, pero no había participado en ningún juego, ya entrada la tardecita, mi mamá me anotó en uno… el juego era una estupidez, dos participantes enfrentados,  muy cerca, se los sentaba en una silla para cada uno y se nos  vendaban  los ojos, asimismo se le daba una cuchara de dulce de leche a cada uno. Lo que había que hacer era abrir grande la boca y  que embocar esa dicha cuchara el boca del otro quien lo hacía primero ganaba. Bueno pasó el primer chiquilín que fue la víctima de mi rapidez, luego otro y por último la gran final, costosa final, me rozaba la cuchara de mi contrincante en el cachete, la nariz y hasta mi remera. Él estaba decido a ganarme  y en cuanto a mi efectividad nula, ni la cara le embocaba. en ese momento no me sentía ganador, pues  con recibir tantos ataques, quién puede.Lo esperé, una vez y otra hasta que  sentí que él tira un cucharazo  al boleo, sin más ni más estiré mi brazo hacia mi costado con decisión con una  implacable puntería le clavé la cuchara en la garganta. Me consagré el campeón de esa disciplina, y mi medalla de oro, no era un paquete ostentoso, más bien diminuto cosa que no me simpatizaba mucho, no lo abrí hasta llegar a casa, me bastó los halagos de mi mamá en el camino para contener la curiosidad de saber de qué trataba el premio. Muy bien llegamos a casa mi mamá se lo contó a mi hermanas, a mi papá en la cena, así que mi viejo pidió ver el regalo, con lo que abrí el paquete, y zás me encontré ahí con un libro chiquitito, otro libro de los tantos que había en casa, para qué otro más me decía asimismo si el único que lee es papá, se titulaba El Profeta de Gibran Jalil Gibran, libro que nunca leí,  el mismo libro que tengo ahora, en mis manos pero que tampoco  hoy me motiva a leerlo.