lunes, 6 de julio de 2020

La chica de la mirada de tristeza imperfecta


Me interesaba saber de ella. O mejor, de su alma, su alma es un decir, o no, después de todo, no está comprobada y puede que sea un alimento de los filósofos para pensar y categorizar un concepto, de todos modos como sea que fuere yo me preguntaba ¿qué habría detrás de ella? Lo que quiero decir es en su narrativa, en su historia para preguntarmelo de una vez, qué la llevaba a buscar cierto reparo en tal o cual. Por qué la ambivalencia era su bandera pero para saber había que indagar hasta encontrar el nudo, los nudos y yo no estaba ni me sentía capacitado, además era cosa mía, digo la curiosidad.
La recuerdo. Un domingo sus imágenes se volvieron una sola. La vi por vez primera (por vez primera se estila en literatura y no al revés, suena a un recurso estilístico) muy campante, fresca, sus ojos luminosos, con una sonrisa carismática. De aquella vez no pude dejar de mirarla. El devenir me mostró que la mirada de la muchacha se deslució en una imperfecta tristeza. Así la veía cada día de trabajo. Hubo una vez que la había visto en un centro cultural. Yo caminaba a la par de mi hija. Recuerdo que ese día había un espectáculo: danzas folclóricas, danzas árabes, entre otras. Alrededor, venta de chucherías. Bastante gente, era un día de frío. Pleno invierno aunque en Chaco el frío no es intenso, cada vez que bajan los grados pues, lo sentimos bastante ya que, es zona más bien de clima cálido, más que cálido, caluroso, las cosas por su nombre. Llegamos cerca del lugar pero con mi hija no lográbamos ver bien el espectáculo por la gente adelante nuestro. Toqué el brazo de mi hija y le señalé otro lugar, más adelante, a la izquierda donde pudiésemos ver. En eso sentí una mirada a lo lejos y era la chica de los ojos de imperfecta tristeza disimuló hacia otro lado. Nosotros nos corrimos y nos estacionamos más al costado unos metros más adelante viendo ahora sí. Mientras mi hija miraba a los bailarines yo giré para ver si la encontraba de nuevo para tenerla en el centro de mi campo visual. Pude ver que ella me perdió de vista y comenzó a buscarme de un lado a otro recorría su mirada. No me encontró más porque decidimos marchar del lugar después de todo, el espectáculo no era del todo bueno. Al volver sentí una rara sensación por un lado se me hinchó el ego (sentir la mirada- y este tipo de miradas- del otro en este caso otra siempre viene bien) pero pensé en la chica en su búsqueda. Búsqueda visual de querer seguir viendo a alguien esa noche. A decir verdad, fue como ver a una niña que perdió su muñeca y que, luego, no sabía cómo volver a su casa. Solo fue una sensación lo de aquel día. Pensé también que si observamos bien a las personas lo que vemos es su pasado que se nos ofrece en el presente todo el tiempo. Brota sin cesar. Ese día fue el cumpleaños de la ciudad.
Fin