Como ya lo anuncié en el título voy a hablar de la escuela. Yo había leído la frase de Foucault, pero no estoy seguro que de él fuera su autoría, la frase decía algo así: “todo filósofo, todo investigador debe analizar lo obvio” … Ob: en frente, vio: camino, o sea, analizar el camino de en frente, eso que está ahí frente a nuestros ojos.
La escuela tal así como la conocemos tiende a
transformarse, a cambiar su orden escolar, y por qué no pensar hasta podría
dejar de existir en los próximos cincuenta, cien o doscientos años, pensar
también que mutará en escuelas elitistas inaccesible al común de los
ciudadanos. Sí, insisto la escuela puede
llegar a desaparecer, lo que no desaparecerá es la educación, ya que es inseparable
del ser humano. La escuela con sus rituales, con sus prácticas de control
social, de construcción de ciudadanía está fracasando, un fracaso con alevosía
frente a los poderes fáticos, frente al pensamiento binario, de corte
neoconservador. O como dice Galeano: “el colonialismo visible te mutila
sin disimulo, te prohíbe decir, te
prohíbe hacer, te prohíbe ser. El colonialismo invisible, en cambio, te
convence de que no se puede decir, no se puede hacer, no se puede ser”. Por
eso es necesario zambullirse en las profundidades
de la escuela, su estructura, su ritmo, su transmisión, el sociólogo británico
Basil Bernstein, decía que para saber la estructura profunda de una práctica
institucional hay que interrogarse por lo que prohíbe. Si queremos comprender
cómo funcionan las estructuras de producción, transmisión y control del
conocimiento. Sólo así conoceremos sus límites y, por tanto, las reglas básicas
de su funcionamiento. Indagarse sobre esto en la escuela es indagarse sobre lo
que se hace de y en ella, Jorge Larrosa en una conferencia señaló que: “Lo que
nosotros hacemos, cada día, es escribir y leer, hablar y escuchar. Y podríamos
decir, a partir de ahí, que el conformismo lingüístico está en la base de todo conformismo,
que hablar como Dios manda, y escribir como Dios manda, y leer como Dios manda
es, al mismo tiempo, pensar como Dios manda”. Recordemos que en la antigüedad los
esclavos tenían derecho a transmitir habladurías, chismes, a cantar, pero no a
decir algo serio sobre su esclavitud; ello estaba seriamente penado. Es así que
los niños que, de manera inocente, se preguntaban sobre el estado de esclavitud
de los padres eran reprimidos, esto se articula con los usos del olvido que
hace la política, y la trama de la memoria que se teje acerca de qué recordar y
de qué olvidar, pues sobre ello la escuela huye despavorida en el abordaje de la diversidad. En este sentido,
vivimos la década de los 90 la participación política, era entonces la
política del olvido, mientras que en la
actualidad la política de construcción de la memoria implica, la construcción
de un pasado colectivo, grupal, institucional, también singular y personal, pero
aparecen las ideas de quiénes no quieren
esto, con categorías de palabras cerradas, como por ejemplo: adoctrinamiento,
difunden un paquete cerrado, inmodificable, incuestionable, dicen de los
jóvenes que son adoctrinados para ser
funcionales a cierto “régimen político”, cuando toda persona es un sujeto
político, ocurre claro, que la política,
toda acción política implica cuestionar la cultura escolar vigente, abrirla,
buscarla, transformarla.
Estos paquetes son transmitidas
por los propios docentes quienes ejercen cierto tipo de violencia en las
palabras que a diario circulan como una verdad instituida: (Los alumnos son
todos unos vagos) (tenés ahí treinta monos que no les interesa nada) ( no
estudian nada) (quieren todo servido) ( están rompiendo las guindas con el
celular) (el que tiene un piercing se parece un indio)( no te escucha) (no
hacen silencio)(no trabajan) (no quieren
hacer nada)(no, no y no) La negación al compromiso con la tarea de educadores. En una
investigación de la provincia de San Luis, titulada “Pensar las violencias. La
mirada del docente” se señala que “ Podemos decir que el docente cumple un
papel importante en generar herramientas aptas para el desempeño del educando
en la sociedad (Moreno; 1986), cuando su desempeño se ve agotado para los
entrevistados, hay docentes que al sobrellevar situaciones de violencia (por
ejemplo peleas entre los alumnos) prefieren no hacer nada al respecto; “en las
escuelas donde hay chicos peleándose muchos docentes optan por seguir de largo,
siguen se van al auto y se van, no intervienen como adulto, no intervienen como
educadores” (E-1), “cada uno hace lo que puede en la escuela para trabajar, y
generalmente muchos se toman licencias para evadir ese tipo de conflicto de
violencia” (E-1). Además los entrevistados ven que el docente puede llegar a
ser violento con “los rótulos”, “descalificaciones” o inclusive el propio
discurso que trasmite; “muchas veces la descalificación y la rotulación aparece
por los docentes” (E-5), “a veces no nos damos cuenta y lo hacemos, muchas
veces nuestros discursos como educadores también son perversos, porque para
sostener una cierta situación acudimos a la discriminación o acudimos a
ejemplos” (E-1), “las palabras no son ni buenas ni malas, pero hay palabas que deben ser dado que el
contexto formal y hay palabras que buscan provocar en el otro una reacción de
lastimar” (E-3), “pero el alumno ya está tenso, ya vienen a la defensiva de que
vos le digas, vos sos un adolescente, los adolescentes son esto, son aquello,
vienen con eso; entonces ellos ya saben que uno ya tiene un rótulo para ellos”
(E-1); pero otros entrevistados piensan que los docentes no tienen la
responsabilidad ni la posibilidad de resolver las dificultades de los alumnos;
“el docente no puede solucionar todos los problemas de los alumnos, entonces su tarea es enseñar
y no tienen la bola de cristal, ni la bolsa llena de plata” (E-3)”.
Para terminar, cerraré con un parlamento de Henry Barthes, personaje
principal de la película: “Detachment”: “ Entonces cuando leemos, nos damos
cuenta de que la casa de los Usher no es un solo un viejo y decrépito castillo
que necesita arreglos, es también un estado del ser… Durante todo un día de
otoño, triste, oscuro, silencioso, cuando las nubes se cernían bajas y pesadas
en el cielo, crucé solo, a caballo, una región singularmente lúgubre del país;
y, al fin, al acercarse las sombras de la noche, me encontré a la vista de la
melancólica Casa Usher…Miré el escenario que tenía delante -la casa y el
sencillo paisaje del dominio, las paredes desnudas, las ventanas como ojos
vacíos, los ralos y siniestros juncos, y los escasos troncos de árboles
agostados- con una fuerte depresión de ánimo únicamente comparable, como
sensación terrena, al despertar del fumador de opio, la amarga caída en la
existencia cotidiana, el horrible descorrerse del velo. Era una frialdad, un
abatimiento, un malestar del corazón… “Fracasando, estamos fracasando, en el sentido que hemos
defraudado a todos, incluidos nosotros mismos”. La escuela fracasó.
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