Seguís sin dormir, si te viera tu mamá, te diría: hasta
cuándo, nene, vas a seguir así! Dormí, nene… Ella cree que todo es cósmico que no hay
otro orden más que el místico, el orden divino, su fe en dios, el voluntarismo.
Te acordás cuando vos tenías veinte años y transitabas por esa angustia
perturbadora que no te dejaba en paz y ella cuando te veía en esas largas horas
de la siesta en las que pensabas y pensabas, te decía, andá a misa!, y ahí se te va a
pasar toda esa locura. Qué hermosa mujer tu mamá, Mateo. Y Vos ahí, sentado
bajo la sombra de la mora, pucho tras pucho, crisis tras otra, en medio de tus turbulencias
la mirabas en silencio como contemplando un desierto sin un horizonte fijo para tus vertiginosas emociones, para tus odiseas
existenciales, ningún acervo de respuestas, todo dudas, todo interrogantes.
Asociaciones y asociaciones, conexiones de imágenes que centrifugaban tu
cabeza. Te cambiaron la medicación,
reemplazaste tu quita penas: Alplax, por Clonagin, Clonazepam, el médico te
dijo cinco gotitas a la siesta y cinco a la noche antes de dormir, cumpliste a
rajatabla, sin embargo, ya no te hace efecto o sí pero no el deseado. Ahora te
acordás cuando le dijiste a Carlitos que vos no tomabas Rivotril, porque te
volvía muy sensible, que mirabas boxeo y lloriqueabas porque veías dos personas
que se pegaban golpes. Las carcajadas de Carlitos, insuperables, las horas de
bar interminables, las horas de literatura, hasta Remo Erdosain se sentaba a la
mesa con ustedes, pero esa misma noche también, él te dijo vos sos sensible,
Mateo, hágase cargo de su existencia, decía. Justo vos tenías unas conchas de
caracol en el bolsillo del pantalón y se la pusiste arriba de la mesa del bar.
Le dijiste somos sensibles por dentro y por fuera nos ponemos duros como una
concha para la defensa, quedó pensando
en la metáfora. Vivimos por dentro como los caracoles, escondiéndonos, nos
alimentamos del barro de la burguesía, del barro de la historia, o vos te
pensás que hay historia en la historia, hay más historia en la literatura que
en la historia misma. Él leía la historia como literatura y a la literatura
como historia…Se desvanecen esos recuerdo y a vos te gira otra cosa, saltás de
ahí deseando de que se terminen las clase, ya te perturba andar en esta zona, querés
tirar todo, trabajo, medicamentos, vaciarte de toda la carga. Pero te duchás,
prepararás el café, dos rodajas de pan lactal que untás con queso blanco, arriba un poquito de azúcar
y ya a escuchar los exámenes: cuarenta veces “La alfabetización académica es un
conjunto de nociones y estrategias necesarias para participar en la cultura
discursiva disciplinar”. Cuarenta biografías que a su vez se multiplican cada
una por cantidad de conocidos, todo y cada uno dice algo del otro y ya lo
tipificó, y cada uno lee desde su biografía sin embargo todos repiten y repiten.
Cuando te tipifican, ay cuando te tipifican y sin embargo vos también.
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